16 de Nov





Contextuales, directas, en ocasiones obvias o ambiguas, la producción visual de nuestros artistas exigen un tiempo para identificar lo que allí está representado y estimula el tiempo de la reflexión, exigen una forma específica de contemplación que compromete las acciones, la mirada y los pensamientos. Estas imágenes actúan como soporte y también como un parámetro desde el cual se propone revisar diversas construcciones sociales de sentido: género e identidad sexual,
Michel Foucault en su Ética de

la Resistencia se pregunta ¿Cómo desembarazar nuestros discursos y actos, y nuestros corazones y nuestros placeres del fascismo que está en todos nosotros, que frecuenta nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas? El fascismo que nos hace amar el poder, desear la cosa misma que nos domina y explota, que en ocasiones nos desplaza del respeto a esa otredad que somos todos. Reflexionar sobre nuestras prácticas cotidianas debería ser un ejercicio que emprendamos más a menudo, como una manera de des-naturalizar aquello que hemos llegado a creer natural y constitutivo de una manera de ser, esos (¿pequeños?) despotismos cotidianos que se inscriben en los cuerpos como perversas normalidades. Las formas del arte pueden ser la herramienta que sacuda las miradas y mine las certezas, que introduzca las preguntas e inquiete las apariencias…
Las formas fuera de sí, ya no se regodean en la pureza y en la soledad de los recintos de un arte como finalidad sin fin, despectivo e intocable. Salen a la calle y se contaminan y se unen a unos sujetos que sufren, reclaman y se inmiscuyen… Se lían en las peleas, aunque a veces salgan averiadas. Se muestran como herramientas y se ponen al servicio… retoman el camino de las cosas, no como meros objetos sino en su dimensión de causa. Aunque digan que las utopías murieron, que el arte no puede cambiar nada… Por los rumbos más diversos emergen experiencias que quieren ser transformadoras, tal vez no al estilo de aquellas Grandes Causas de la modernidad sino más apegadas a los pequeños dramas cotidianos, a los sujetos concretos… y esto se advierte como una de las perspectivas del Arte Latinoamericano Contemporáneo: más que nunca ha dejado de ser algo decorativo, un objeto de distinción y poder, y se ha convertido en un privilegiado instrumento para hacernos ver.
Sergio Rosas
SUR URBANO

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